La tarde de ayer, jueves 31 de julio, nos encontramos en Murias de Paredes para aprender —o recordar— cómo se construye un puerto tradicional de riego de la mano de Toño, pedáneo del pueblo y nacido en él. Toño pertenece a un —cada vez más— reducido grupo de personas que aún conoce la forma de llevar a cabo esos ingenios ancestrales que todavía hoy permiten que el agua de los ríos camine hacia los prados, y que el territorio siga siendo verde y fértil gracias a saberes transmitidos de generación en generación. Nos reunimos a las siete de la tarde, frente al Ayuntamiento, para compartir no solo una técnica, sino una forma de estar en el mundo. Una forma que entiende el agua como bien común y el paisaje como responsabilidad colectiva.
En esta zona de Omaña, el puerto de riego es mucho más que una infraestructura hidráulica. Es una pieza clave del engranaje comunal, un pacto entre vecinos, montañas y estaciones. En el caso concreto de Murias de Paredes, el agua que alimenta los canales de riego procede del río Omaña, que por estas alturas todavía es joven: nace pocos kilómetros más arriba, a los pies del Tambarón, en Montrondo. Y sin embargo, desde ese nacimiento breve, ya empieza a repartir vida.
Visitamos el puerto del Pozo Concejo, una estructura de piedra construida con una técnica ancestral llamada pared a la rajuela, que consiste en colocar las piedras verticalmente, encajadas entre sí, para dotar a la pared de una resistencia inusitada y, al mismo tiempo, facilitar el desagüe. Unos metros más arriba, en el propio cauce del río, observamos cómo se construye el puerto propiamente dicho: grandes vigas cruzadas que hacen de base para ramas, tierra, tapines —esos manojos de hierba con sus raíces y tierra—, creando una presa natural que embalsa parte del caudal y lo desvía hacia el canal de riego.
La jornada fue una oportunidad para descubrir también las reglas que gobiernan este sistema, recogidas en muchos casos por manuscritos antiguos escritos a mano, y todavía en vigor. Porque regar, aquí, nunca ha sido improvisado. El tiempo de riego de cada finca depende de su tamaño, y para evitar desigualdades, los horarios cambian cada año: si un año te toca regar de día, al siguiente lo harás a la misma hora de la noche, y así sucesivamente, variando entre años pares e impares. Este sistema asegura la equidad entre regantes, y su cumplimiento ha sido —y es— escrupuloso, porque de ello ha dependido durante siglos el alimento de muchas familias.
Cada finca tiene su propia apertura al canal, que en Murias de Paredes debe cerrarse únicamente con materiales como chapa o losa, nunca de plástico, respetando una tradición que habla de resistencia, funcionalidad y cuidado del entorno. Las normas también regulan el uso del quebradero, una salida secundaria situada por debajo del puerto de piedra, que se abre en invierno o en épocas de lluvias para que el canal no rebose. Toda esta organización sigue una lógica milimétrica, heredada de las gentes de antes, que sin tecnologías modernas sabían con exactitud en qué punto del cauce debía construirse un puerto para que el agua llegase, sin margen de error, a todos sus destinos. Un saber hacer admirable que combina precisión, experiencia y una lectura afinada del terreno, y que se refleja también en el reparto del tiempo de riego: el tiempo semanal disponible se divide entre las hectáreas a regar, y cada finca conserva su día y hora año tras año.
Al finalizar la jornada, y como broche final, visitamos el molino tradicional de pan restaurado en 2021 por el Centro Leonés de Cultura. Este molino, que aprovechaba la fuerza del agua del canal para mover las piedras que molían el trigo o «pan», como aquí se le llama, nos recordó que el riego no sólo alimentaba pastos, sino también el pan de cada día, hilando la economía campesina desde el suelo hasta la mesa.
Este nuevo recetario fue eso: una jornada de reconocimiento y memoria, de manos que aprenden haciendo y de voces que aún recuerdan lo que no debemos permitir que se olvide. Un recordatorio de que la cultura del riego en la montaña no es cosa del pasado, sino una lección vigente sobre sostenibilidad, equidad y sabiduría compartida. Porque los puertos no solo conducen agua: conducen historia, comunidad y cuidado. Y cada piedra colocada con las manos, cada canal que serpentea por la ladera, es un lápiz con el que la tierra dibuja nuestro preciado paisaje silvopastoril desde tiempo inmemoriales.
Para consultar las instrucciones paso a paso sobre la construcción de un puerto de riego tradicional, puedes descargar este documento de buenas prácticas.
Como siempre, queremos agradecer al Ayuntamiento de Murias de Paredes su implicación constante, su acogida y su compromiso con la cultura del territorio, facilitando que estas actividades sean posibles y que cada vez más personas del valle se sumen a ellas.
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