El pasado día 9, acudimos a la localidad de Quintanilla para conversar con Soraya Martínez, otra de las, cada vez más numerosas, mujeres a cargo de una explotación apícola en la Reserva de la Biosfera de los Valles de Omaña y Luna (RBVOyL) y, en su caso, de la marca de miel Namimiel.
Soraya nos cuenta que comenzó la actividad «hace 5 años, después de mudarme a la zona desde Madrid». Nos cuenta que le resultó complicado encontrar trabajo y, «como siempre me gustaron mucho los animales, decidí dar de alta una explotación apícola y de vacuno». Actualmente su explotación «ronda las 350 colmenas, de las que extraigo miel y propóleo».
Respecto a la miel que produce, Soraya nos cuenta que es «principalmente de roble y calluna, con algo de zarza, tomillo y trazas de brezo», quedando de manifiesto la variedad de especies que visitan las abejas de nuestra zona para elaborar el preciado producto.
Para optimizar la producción, «de cara a abril, suelo poner las alzas para darles más espacio y cortar el instinto de enjambrazón, ya que en este momento no quiero aumentar más en número de colmenas. Además, después de la cata, intento renovar las reinas deficientes para que el año siguiente entren en producción en buenas condiciones».
Soraya, al igual que el resto de productores, remarca la calidad de los productos que aquí elaboramos, «por la sencilla razón de que estamos rodeados de naturaleza virgen, sin pesticidas que puedan afectar a nuestras abejas». Nos cuenta, además, que es precisamente por este motivo por lo que tenemos que lidiar con un hándicap: «la convivencia con la fauna a veces llega a complicar la actividad. Principalmente con el oso pardo. Al poco de empezar, sufrí 3 ataques en 3 asentamientos diferentes, destrozándome un total de 120 colmenas, de las que solo he cobrado los daños por 70». Y es que, en zonas rurales como la nuestra, Soraya nos ratifica el hecho de que las administraciones «se hacen cargo de los daños mal y tarde. En mi caso, además, cobré los daños de poco más de la mitad de las colmenas dañadas, y para el resto todo fueron excusas».
«Otro problema que encuentro es la falta de supervisión de algunas enfermedades, para lo que creo que sería conveniente realizar controles más exhaustivos sobre los colmenares. No obstante, por las condiciones climáticas de esta zona, nosotros tenemos la suerte de tener pocos problemas de varroa, por ejemplo».
Soraya nos cuenta que «cuesta mucho trabajo empezar de cero sin tener conocimientos previos de esta actividad, como en mi caso, y sin contar con ningún compañero que pueda orientarte. Por eso creo que la unión hace la fuerza y si queremos progresar debemos remar todos los apicultores en la misma dirección. Para ello, el punto de partida es ser honestos entre nosotros dejar de lado la competitividad». Además, es importante hacer partícipe al consumidor para que «valore los productos locales, sea consciente de su calidad y se dé cuenta del trabajo que da hacerlos».
Por último, Soraya cree que una buena forma de potenciar el sector de la RBVOyL sería «montar una cooperativa y que la gente vaya entendiendo que aquí todos tenemos buena miel. Puede haber manejos mejores o peores, que al final influyen en la cantidad de producción, pero la miel va a ser la misma».
Somos Agua II cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), financiado por la Unión Europea – NextGenerationEU.