El 26 de julio dio comienzo el periodo de entrevistas con los apicultores de la Reserva de la Biosfera de los Valles de Omaña y Luna (RBVOyL). En el marco del proyecto «Entre Apiarios y Flores», hemos pensado que es de vital importancia hablar con los productores, tanto para destacar las características que hacen a sus productos de una calidad excepcional, como para poner en común nuestras ideas y, entre todos, buscar opciones y nuevas ideas para impulsar el sector de las comarcas.
El pasado martes nos reunimos con Javier Melcón, de Apícola Melius, en uno de sus asentamientos ubicado cerca de Castro de la Lomba (Riello). Nuestra intención fue, a la par que hablábamos de floraciones y la relación de nuestras abejas con el entorno de la RBVOyL, ver de primera mano el manejo de sus colmenas.
Para Javier, «la apicultura es una tradición familiar que he vivido en casa toda la vida, y es una opción viable para vivir aquí, en una zona rural en la que no hay muchas opciones aparte de la ganadería». Lleva unos cuantos años siendo apicultor profesional, por lo que sabe de lo que habla: hoy en día maneja una explotación que «ronda las 1000 colmenas». Centra su producción en la extracción de miel, aunque también extrae polen en primavera y aprovecha el excedente de cera.
Cuando hablamos del potencial de la RBVOyL, Javier nos cuenta que, aunque «yo no la elegí, más bien la Reserva de la Biosfera me eligió a mí porque llevo aquí toda la vida», es una zona «privilegiada para este tipo de actividad, con mucho potencial».
No obstante, como en todas partes, cada territorio entraña sus inconvenientes: «aquí el principal problema es que el clima se ha vuelto cada vez más seco. Cada vez hace más calor, no hay casi invierno, y con este calor se funde la cera de los panales y el riesgo de incendio se acrecienta». A mayores, vivir en un enclave natural como este, hace que nuestras colmenas deban convivir con la fauna que en él habita, entre la que se encuentra el oso pardo. Este problema, según Javier, «es un poco más secundario. Se puede controlar relativamente bien cercando los colmenares con pastores eléctricos y asegurándose de tenerlos limpios de maleza para que funcionen correctamente». Esto último se complica en los meses de verano por las altas temperaturas, dado que está prohibido el uso de desbrozadoras debido al elevado riesgo de incendio.
Es por la misma razón anterior que muchas floraciones duran cada vez menos. Por ejemplo, «el brezo cada vez florece antes y dura muy poco; en 10-15 días las flores se agotan». «Al no tener inviernos tan fríos como antaño, se adelanta mucho más». Estos detalles son los que todo apicultor deberá tener siempre presentes, pues hace falta conocer los tiempos de floración de las especies principales para planificar muchos tipos de manejo: «te marca el momento de hacer núcleos, poner alzas, hacer tratamientos, etc».
Actualmente, se hace necesario tratar al menos una vez al año nuestras colmenas frente al ácaro varroa, procedente de Asia y que actualmente se encuentra esparcido por todo el globo. Este, aunque no es un problema exclusivo de nuestras comarcas, complica la vida del apicultor al ser muchas veces causa principal del colapso de las colonias que no logran pasar el invierno: «muchas veces a la gente le cuesta entender que no gastar unos euros en tratar las colmenas contra este ácaro, les perjudica a ellos mismos y a los colmenares vecinos, pues se trata de un problema que nos afecta a todos».
No obstante, tenemos la suerte de vivir en un territorio «prácticamente virgen» que nos ayuda enormemente en la labor de mantener sanas nuestras colmenas, pues «no hay cultivos, por lo que no tenemos problemas con pesticidas ni apenas con herbicidas». Estos últimos dañan enormemente a nuestras abejas pues el glifosato usado en los márgenes de carreteras nos causa muchos daños: «al día siguiente de que se fumigue, encuentras montones de abejas muertas en las piqueras de las colmenas». Por suerte, este tipo de herbicidas cada vez se usan menos, y este año hemos podido ver cómo en amplias zonas se recurre al desbroce con maquinaria.
En Apícola Melius realizan una única cata que comienza a finales de agosto o principios de septiembre, y realizan varios análisis palinológicos de muestras de sus colmenares, en los que «predominan los elementos de mielada debido a la presencia de tantas masas de roble, aunque también aparece presencia de brezos, sauces, herbáceas como la chupamieles, etc» y, curiosamente, aparecen pequeñas proporciones de polen de castaño, especie muy escasa en su zona que deja constancia de su potencial melífero.
Los años productivos, aunque «campañas buenas hay pocas, cada vez menos. Yo hablaría más bien de campañas normales» son aquellos en los que el invierno es riguroso: «en invierno debe hacer frío y nevar», de forma que la abeja reina pare totalmente la puesta de huevos, momento durante el cual, los tratamientos para la varroa son más efectivos. A ello, deberá sumarse que no se den «ni sequías extremas, ni heladas tardías muy duras». Recordamos entonces el año 2017, en el que se combinaron una sequía de las que no se recuerdan, con dos heladas tardías a finales de abril que «lo arrasaron todo». «Fue un año para olvidar, pues las consecuencias de aquello las arrastramos durante toda la campaña; los panales estaban completamente secos».
Javier nos dice, para concluir, que el proyecto que estamos desarrollando le parece interesante porque «todo lo que suponga conocer las floraciones y dar información al consumidor usando el altavoz de la RBVOyL para llegar al resto de España es positivo». Es importante educar al consumidor para que aprenda a diferenciar cuándo consume un producto de calidad y cuándo no. «No es igual la miel que se produce aquí que, por ejemplo, la que se produce cerca de grandes ciudades o en cultivos con mucha contaminación». «Las condiciones sanitarias también cambian mucho de extraer la miel directamente en campo, a hacerlo en una sala de extracción debidamente acondicionada para ello, que pasa controles sanitarios periódicos, como hacemos aquí».
Somos Agua II cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), financiado por la Unión Europea – NextGenerationEU.