La pasada semana nos desplazamos hasta Santovenia de San Marcos, cámara y micro en mano, para reunirnos con Ana Martínez, apicultora profesional de la marca Miel Desanmarcos. En su entrevista, tratamos algunos temas que no habíamos tocado hasta ahora, pues se trata de una autóctona, que creció en Santovenia de San Marcos y tiene la suerte de continuar viviendo en el pueblo que la vio nacer.
Cuando le preguntamos sobre qué es lo que le llevó a empezar en el sector, Ana nos cuenta que «descubrí en la apicultura un sector que me permitía conciliar el llevar una casa y una familia con el trabajo». Y es que Ana y su marido —este último que, además, tiene otro trabajo—, compaginan la profesión con los cuidados de dos hijos y el padre de esta. Es por esta razón, por lo que todos los colmenares de su explotación, que consta de «unas 160 colmenas» se encuentran ubicados en los terrenos de su pueblo, pues «de esta forma me puedo permitir seguir viviendo aquí y tener tiempo para cuidar de los míos». Por ejemplo, gracias a la cercanía de sus colmenares, nos cuenta que en mayo, época en la que suele salir algún que otro enjambre, suele realizar dos recorridos por sus asentamientos en busca de alguno: «salgo por la mañana una vez, antes de recoger a los niños del colegio, y hago el segundo recorrido al final de la tarde, después de ayudarlos con las tareas del colegio».
Ana comenzó en el mundo de la apicultura «hace unos 10 u 11 años, aunque de forma profesional tan solo lleva 2». Nos cuenta que, al final, le resultaba complicado dar salida a toda la producción a través del comercio de proximidad: «es un problema que tiene vivir en un pueblo. Lo ideal sería poder vender toda la miel envasada tarro a tarro, pero una vez que vas ampliando producción la única opción para darle salida es la venta a granel a grandes envasadoras». Por esto mismo ella, desde el año pasado, destina la mayor parte de la cosecha a la venta en bidones de 300 kg en los que el precio por kg de producto se paga bastante más barato.
Es por ello que muchos apicultores, entre los que se encuentra Ana, creemos que algo positivo para impulsar el sector de la zona es «la creación de una cooperativa a través de la cual, potenciar la marca común de los productores que la integren». Esta idea, además, podría ser de gran ayuda para la profesionalización, por ejemplo «habilitando una nave de extracción común» y «dando a conocer nuestros productos a nuevos clientes de forma conjunta». Y es que la Reserva de la Biosfera de los Valles de Omaña y Luna (RBVOyL), como bien ha quedado de manifiesto en otros blogs anteriores y comparte la entrevistada de hoy, «genera una amplia variedad de productos de una calidad excepcional, tanto por su climatología, como por su flora autóctona y la ausencia prácticamente total de agricultura, que la libra de cualquier pesticida».
En la actualidad, Ana y su marido tan solo realizan una cata a finales de agosto o en septiembre: «nosotros no sacamos la miel hasta que no termina la entrada del mielato de roble, que es la especie principal que aprovechan nuestras abejas». Hasta ahora, salvo por excepciones como la de 2017 que todos los apicultores nos comentan, «nunca hemos tenido queja. Siempre hemos extraído cantidades factibles de miel por colmena» aunque, como bien dice Ana, la situación comienza a complicarse año tras año por el cambio climático. «Ya no se puede hablar de estaciones, los ciclos naturales cada vez se cumplen menos. En invierno ya apenas nieva y los manantiales no cogen agua, y en primavera y verano aprietan cada vez más el calor y la sequía, que agotan antes las floraciones».
Por suerte para nosotros, la mielada del roble no se ve estrictamente influida por las precipitaciones anuales y, este año, pese a ser especialmente seco, «está mielando bastante». Pero no podemos olvidar tan fácilmente la campaña del 17, que «fue catastrófica. Nosotros contábamos con unas 30 colmenas por entonces y no produjeron absolutamente nada tras aquellas heladas». Y es que aquel año fue una auténtica ruina para el sector de toda la provincia, que se vio obligado en muchas ocasiones a realizar un importante desembolso para suministrar alimento a todas sus colmenas, que no encontraban apenas recursos en el campo. Por este motivo, sumado al riesgo permanente de sufrir las consecuencias de un incendio por encontrarse nuestra explotación en terreno forestal, Ana considera que «es arriesgado dedicarse exclusivamente a la apicultura sin compaginarla con otro trabajo. Si viene un incendio o la climatología no acompaña. Te puedes quedar sin nada de un día para otro».
Concluimos la entrevista con Ana agradeciéndonos la idea que estamos llevando a cabo, pues cree que puede servir para dar visibilidad a los productos de nuestros pueblos. ¡Gracias a ti, Ana!
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